jueves, 11 de junio de 2015

EMULANDO A RUBEN DARIO



(La envidia es una virtud y no un vicio porque es el principal estímulo que acicata al ser humano a igualarse con el que tiene más y carece de menos. Envidio a todos los que no sean yo y, particularmente, a Rubén Darío del que me gustaría poseer la sonoridad de su rima, la música de sus versos. Esta es una mala imitación de los primeros versos de su Marcha Triunfal”)


¡Tenemos alcalde, tenemos alcalde!
¡Se ha acabado el truhán gitaneo!
¡Ya tienen chofer y coche de balde!
¡Ya chocan las copas y comen mariscos con gran cachondeo!
Ya ha vuelto el reparto de cargos a aquel que respalde.
Al líder glorioso, al partido triunfante en duro torneo.

Ya suena la maza rotunda que abre el plenario de los elegidos
Ya tose y aclara la voz el señor alcalde.
Un silencio espeso apaga los gritos. Palmas de contento,
o silencios fúnebres, cual fríos puñales,
siguen a los nombres de los concejales.

En la calle desierta, dos pisos abajo,
no hay chusma ni pueblo, ni perros ni gatos
que el pleno celebren. No truenan cohetes ni se oyen silbatos
de los que solo del trabajo, como siempre ha sido,
dan pan y cobijo a sus familiares, lejos del ruido.
No pierden ni ganan con los que el alcalde
ha encargado el castigo o premio de los sometidos.
El que no lo aplauda, salude o respalde,
pagará tasas, impuestos, multas y sanciones.
a los que manden y deciden sus tribulaciones.