sábado, 13 de junio de 2015

ESPAÑA COMO AMERICA: LOVE IT OR LEAVE IT

 

Esta España, que por ser nuestra es como nosotros la hemos hecho, cambia al mismo ritmo al que la modelamos.
¿Y cómo la hemos estado modelando? Para que sea como Estados Unidos  y los españoles seamos como los estadounidenses que conocemos por las películas y que gracias a que los imitamos, hace tiempo que nos parecemos a ellos.
A los de las películas, porque pocos españoles hemos tenido la oportunidad de vivir con los norteamericanos de verdad, allí.
Y el cine allí está catalogado como actividad del show business (el negocio del espectáculo) y no como aquí, que es nada menos que expresión cultural.
Imitando la forma de vida de las películas americanas, los españoles aspiran a ser una parodia, una fantasía, una idealización de la realidad americana.
(Andaba servidor por Nueva York cuando se presentó Juan Ramón de la Cruz, que había ejercido la corresponsalía en Washington, creo que para Informaciones. Me mostró que el vuelo Washington-Nueva York lo había pagado con un  cheque sin fondos. “Entonces—le señalé—“no podrás volver a Estados Unidos”. “Ni pienso hacerlo”, asintió)
Esa es, o era hasta después de Nixon, la América real  que en nada se parece ni en moral comercial ni en nada, a ésta España de birthdays y no santos, de música perruna y no flamenco o jotas, y de fiestas de graduación falsamente acarameladas como sus similares americanas.
Pero, en fin, como ley del pueblo es ley de rey, porque el pueblo es en España su propio monarca, que se haga como el pueblo desea: seamos americanos, a sabiendas de que el que deje de pagar un plazo de lo que haya comprado a crédito, todo lo que compre después tendrá que hacerlo al contado. .
Pero americanicémonos por el camino más corto, sin tantos titubeos ni recovecos: declaremos la guerra a los Estados Unidos que, con solo un pestañeo, nos derrotará y, si tenemos suerte, nos convertirá en el Estado número 51 de la Unión.
Y saldremos ganando los españoles, aunque contagiemos nuestra esencia perniciosa a los otros americanos. Al fin y al cabo, ya hay 48, 4 millones de hispanos en Estados Unidos y, sin embargo, sigue siendo  el paraíso soñado.













Pero americanicémonos por el camino más corto, sin tantos titubeos ni recovecos: declaremos la guerra a los Estados Unidos que, con solo un pestañeo, nos derrotará y, si tenemos suerte, nos convertirá en el Estado número 51 de la Unión.