domingo, 14 de junio de 2015

MOLLY BROWN A LA ESPAÑOLA



Todo evoluciona y nada cambia bruscamente salvo las filias y fobias de los españoles que, en cuanto perciben que lo nuevo les puede favorecer, se hacen camisas viejas de lo que hasta ahora temían que los perjudicara.
Este “vivan las caenas” tras la debacle municipal de los viejos partidos no es ni más ni menos que el mismo hacia Fernando VII cuando en 1814 restauró su aparente liberalismo por el régimen absolutista.
Como surgieron espontáneamente los antifranquistas tras la muerte de Franco, al que tanto habían aclamado, ahora los españoles le vuelven la espalda al viejo bipartidismo, para saludar la España  surgida de los pactos municipales “cada día con mas fe en otro mundo mejor y en una democracia mas real y decente”.
Como nada hay eterno, salvo el gazpacho, hasta el rutilante podemismo dará paso algún día a lo que sea que lo suceda y a lo que saludaremos con tanta esperanza en que nos convenga, como ahora demostramos a lo recién llegado.
¿Y esa volubilidad de carácter es buena, o es mala? Para el hombre de convicciones es mala y para el oportunista buena porque  el que se encumbra siempre lo hace a costa del que se hunde.
Hay, como Molly Brown, especialistas en salir airosos de todo: tanto de la primera guerra mundial que la pilló sin buscarla, como del hundimiento del Titanic, en el que voluntariamente se había embarcado.
Aunque sin tenerse que casar con el propietario-a de una mina de oro en Colorado o de interpretar comedias en los mejores teatros del mundo, en España hay especialistas en no hundirse, en sobrevivir como la insumergible Molly Brown.