domingo, 12 de julio de 2015

LA PARÁBOLA DE MARGALLO



Mi muy querido y admirado Francisco (Paco) Rubiales afea en su multitudinariamente seguida columna “Voto en Blanco” que el ministro español de relaciones exteriores y del Tibet, José Manuel García Margallo, emplee el recurso de traducir  a posibles beneficios sociales para los españoles lo que Grecia le debe a España.
Es evidente que el gobierno de Mariano Rajoy no necesariamente hubiera dedicado a subir pensiones y sueldos los veintimuchos mil millones de euros que Grecia debe a España.
También los hubiera podido emplear en enchufar manos muertas sin otro provecho que la rentabilidad electoral, como el PSOE viene haciendo en Andalucía desde hace treinta años.
Un acierto hay que reconocerle a Margallo: como sabe a quien se dirige y cómo hacerse entender, recurre a la parábola, ese mecanismo dialéctico fácilmente entendible por los que no están habituados a desentrañar el lenguaje conceptual.
Yo creo que Margallo, como jefe de los diplomáticos, se abstuvo de concluir su parábola como termina la que San Mateo aplica a Cristo con aquello de “Un padre de familia plantó una viña….” Que después de dejarla como los chorros del oro la arrendó a unos aparceros que se negaron sistemáticamente a pagarle la renta y hasta se cargaron al hijo del dueño cuando lo mandó para que la cobrara.
Si Margallo hubiera acabado su parábola, la cosa habría terminado en que la Unión Europea alentaría a Turquía para que convencieran a los griegos, y los turcos no habrían parado hasta llegar a las fronteras de Croacia.
Pero eso un político como Margallo no lo habría hecho nunca porque los conceptuosos demócratas habrían dicho que hay que ver…