domingo, 4 de octubre de 2015

INDEPENDENCIA: LA CANSINA DISCUSION



Hasta que descubrió que hay que vivir lo mejor posible los años de vida previos a la muerte, el hombre se refugiaba en la esperanza de que las penalidades pasajeras eran el peaje para alcanzar la felicidad permanente, la vida eterna.
Eran la vida y sus contratiempos una inversión a plazo medio, que se rentabilizaba en felicidad en cuanto la muerte le abriera las puertas de la eternidad.
A partir de ese ansiado momento, disfrutaría de la presencia de Dios, de las caricias de las más suculentas huríes o de la ausencia nirvánica de deseos.
Pero hay unos seres humanos que no aspiran a ese cielo, a ese paraíso, a ese heaven abstracto y lejano.
Son esa gente rara los españoles contemporáneos, para los que el cielo, el paraíso, el nirvana, the heaven es, ni más ni menos, que librarse de la fastidiosa tortura de escuchar la monótona discusión sobre la independencia de Cataluña.
¿Vale la pena vivir para estar permanentemente escuchando cómo los que no quieren que Cataluña sea independiente intenten convencer a los que quieren que lo sea, de que están equivocados?
¿Y de la displicencia compasiva con que los que quieren la independencia replican a los que no la quieren?
Parece que unos y otros se jugaran las vidas terrenal y eterna en la controversia.
Aunque consiguieran que Cataluña siguiera formando parte de España, ¿merece la pena que lo consigan a costa de tanta súplica, de tanto regateo, de tanta displicencia despectiva de los independentistas?
Y los independentistas, ¿por qué no se dejan del cansino amagar y no dar y, de una vez por todas no pasan de las amenazas a los hechos y se van con Dios?
Para los dos adversarios, unionistas e independentistas se acabará la pugna.
Y los neutrales, a los que ni nos viene, podremos volver a centrar la atención en lo que Virgilio recomendaba en su égloga cuarta: “Cantemos a cosas más elevadas”,
Podremos, así, volver a hablar del tiempo, del fútbol,(de los toros no porque está mal visto) y hasta de la metempsicosis, a ver si nos ponemos de acuerdo de una vez por todas en si el alma de los muertos transmigra o no a los vivos.