viernes, 4 de diciembre de 2015

LAS MODAS


Estoy hasta mi semítica nariz de casi todo pero lo que me sublevaría, si no fuera demasiado fatigoso sublevarse, sería lo de las modas, sus catálogos y, sobre todo, sus modelos.
Todos y todas son jóvenes, esbeltos, bonitos de cara y proporcionados de tipo.
Los y las modelos son raros especímenes que, en pelotas, estarían tanto o más vistosos que con las ropas que anuncian.
¡Vaya mérito el de los modistos! Se las rebuscan y ganan un dineral haciendo atractivos a los que ya lo son.
Es como si un plato de jamón de montanera necesitara estar bien ordenado en el plato para que sepa mejor al engullirlo.
Que echen en el plato un guiso pegado e incomible lo sirvan y lo adornen con el mayor esmero, a ver si consiguen que sea un manjar para un inapetente crónico.
Que se atrevan los modistos a hacer bonito a un viejo tripón, arrugado, desdentado, paticorto, calvo y con los ojos llorosos por un catarro incontenible.
Estaría bonito, únicamente, dentro de una caja de caudales cerrada e instalada en un salón a oscuras.

Y ni así.