martes, 8 de diciembre de 2015

EL DEBATE

Si Pedro Sánchez  hubiera leído “El Arte de la Guerra” del chino Tsun Zú, no le habría pasado anoche lo que le pasó: por no identificar correctamente a su enemigo se dedicó a atacar al que no lo era y lo derrotaron los que lo eran.
Al joven Sánchez, que podría haber sido un inapreciable jefe  del departamento de señoras en unos grandes almacenes, le ha dado por ser político.
Y así le va: en el debate de anoche se empeñó en venderle unos zapatos de tacón alto a una señora espigada como el PP, en vez de convencer a dos posibles clientas bajitas, como Podemos y Ciudadanos, de que esos serían los zapatos que realzaran la  esbeltez de su tipo.
Así que Pedro Sánchez habría sido tan mal vendedor de zapatos como lo es en el negocio de la compraventa de votos.
En la memoria queda la prueba de esa amarga verdad: el tedioso, repetitivo e intranscendente debate a cuatro con que Antena 3 castigó ayer a sus seguidores, que hubieran disfrutado más con una película de sexo, violencia y crueldad sádica.
Los debatientes de la antena tres, en la primera parte del debate, eran como cuatro chacales que se disputaban la misma carroña: los votos.
(En la segunda parte se unió a los cuatro chacales  un quinto: la muchacha que en la primera había estado calladita como moderadora y que, después, se transfiguró en entrometido incordio).
Lo cierto es que en el debate electoral pasó lo que tenía que pasar: que los cañonazos dialécticos de Sanchez quedaron cortos porque el Partido Popular está fuera de alcance para la artillería de su PSOE y que Ciudadanos y Podemos aprovecharon para, impunemente, destrozarlo a trabucazos.
Y todo porque los asesores de Pedro Sánchez lo han engañado (para eso cobran) haciéndole creer que ganará las elecciones solo si descarta quedar segundo.

¿Y por qué lo habrán engañado? Seguramente porque la tarifa por asesorar a un aspirante a ganar es superior a la que se cobra a un aspirante a perder lo menos posible.