lunes, 14 de diciembre de 2015

TELÓN DE CERDOS


Hubo en tiempos desgraciadamente desaparecidos un telón de acero que marcaba la frontera entre los buenos y los malos del mundo: Al Este malvivían los malos y, al Oeste, los buenos.
En general no había equívocos aunque en el este vivieran clandestinamente  partidarios del oeste y en  el oeste conspiraran abiertamente los partidarios del este.
Por desgracia un aciago día cayó el telón, marcando el final de aquella función que habían interpretado buenos y malos, y empezó un breve sainete en el que todos eran buenos y malos simultáneamente.
Afortunadamente duró poco aquel tiempo en el que todos eran o parecían buenos y malos al mismo tiempo.
¿Qué pasa ahora? Que vuelve a haber malos inconfundibles a un lado del nuevo telón y buenos indudables al otro y que los buenos para unos son malos para los de enfrente.
El telón de acero antiguo separaba a los partidarios de la libertad de los adeptos a la igualdad, a los capitalistas de los comunistas.
El telón nuevo es una frontera ambigua y permeable en uno de cuyos lados mandan los moros y en el de enfrente los cristianos o no moros.
Como en el añorado telón desaparecido cuando cayó el muro de Berlín, los malos (antiguamente rojos y ahora moros) llevan ventaja: operan libremente en territorio contrario mientras que los cristianos (antiguamente capitalistas) tienen que esconderse en territorio moro.
Hay que restablecer la antigua línea definitoria de las dos maneras distintas de entender la vida.
El añorado borrachín Churchill bautizó esa línea como Telón de Acero porque el metal de las armas disuadía a los enemigos de uno y otro lado de transgredir la línea de separación.
Pero los moros no parecen asustarse de las armas que manejan mejor y con más prodigalidad que los cristianos.
¿De qué hacemos pues el nuevo telón para que los moros teman atravesarlo?

Naturalmente, de cerdos. A ver qué moro se atreve a atravesar un telón de cerdos.