martes, 26 de enero de 2016

DEMODICTADURA

Cuando el predecible primate bípedo se transmuta en hombre su razón, que  le acicata la memoria, lo induce a la envidia y lo empuja a añorar lo que perdió para recuperar lo que antes tuvo.
Ese es el estado de ánimo del español actual: desconcertado por la forma de gobernar de los que eligió para hacerlo, echa de menos al que mandaba anteriormente asumiendo por sí mismo la responsabilidad del mando.
¿Era mejor la antigua dictadura que la ya no tan nueva democracia?
Para el que mandaba durante la dictadura, aquel era el mejor sistema.
Para el que manda  en esta democracia, la democracia es la pera limonera, el cigarrito después del café.
¿Y para los que obedecían antiguamente y siguen obedeciendo ahora?
Tan jodido es Enero como Febrero.
Así que más nos vale dejarnos de cuentos porque, como decía la suegra del comentarista gráfico (dibujante) del periodismo español, “siempre vive de ilusiones el tonto de los co(ji)nes”.

Y el que obedece es más tonto que el que manda, disfrace de democracia o de dictadura el sistema por el que obliga a los demás a hacer lo que a él le dé la gana.

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