martes, 8 de marzo de 2016

ACHICHINCLES

   El diccionario define achichincle como “persona que acompaña a otra de forma incondicional, adulándolo y obedeciéndolo en todo”.
Hasta ahora, quizás por falta de necesidad en España, país de insolidarios e individualistas, solo había oido la expresión achichincle en mis siempre añorados (por joven y porque sí) tiempos mexicanos.
Y es que no sólo por el “trámite administrativo abreviado”, conocido por mordida, se está mexicanizando España.
Ahí tienen a Pedro Sanchez, que dice que no va a verse con Rajoy sin su achichincle,  Albert Rivera que, tan estupendamente rie los chistes de los socialistas andaluces, que le es indispensable para que se los ría en la Moncloa.
Se contaba  en mi remota infancia andaluza de  un señorito de escopeta, puta y perro que, hasta a cagar, se hacía acompañar por su achichincle, en el diccionario socio-laboral andaluz “agradador”.
Se trataba de convencer a una tácticamente reacia hembra para que accediera a calmar los ardores viriles del señorito:
--Soy fulanito, el de las tierrecillas de la sierra”
--¿”Tierrecillas?”, se escandalizaba el agradador. “Un cortijo más grande que una provincia”.
--¿”El de los becerros”—preguntaba ella—“que se les escapan a los caballistas”?
--“El amo de la ganadería más grande de España”, corregía el agradador.
El señorito, en un intento de moderar los ditirambos de su achichincle, carraspeó una tosecilla.
“¿ Tiene gripe”?, se interesó la pretendida.
--Solo un resfriaillo”, la tranquilizó el prtendiente.
--”¿Un resfriaillo”—lo corrigió el agradador—“Una tuberculosis de caballo”.
Así, cuando Sanchez le pida a Rajoy que le preste los votos que son suyos y de su partido para sacar a España en el atolladero en que los de Rajoy la han  metido, Rivera saltará:
“¿Atolladero? La ruina más espantosa que ninguna cuadrilla de ladrones  haya causado nunca en ningun sitio”.
Y Rajoy, que es un intransigente al que no le gusta que le mojen la oreja los que van a pedirle ayuda para que les de lo que le dieron los que confiaron en él, se negará a satisfacer a Sanchez y a su achichincle Rivera.
“Si ya te dije”, murmurará Sanchez a su agradador al final de la entrevista, “que con éste tío se pierde el tiempo pidiéndole que nos ayude a salvar de él a España”.
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Esa es la vesión aceptada por los observadores políticos rutinarios sobre por qué Sanchez y Rivera, como Tip y Coll, Pili y Mili, Roberto Alcázar y Pedrin, nunca se separan el uno del otro.

Pero la verdad de verdad, dicen los que mejor los conocen, es porque temen que, si dejan al otro a solas, el uno podría traicionarlo y pactar a sus espaldas.

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