lunes, 30 de mayo de 2016

FUMAR

Había tiempos ahora olvidados en los que fumar era un rito tan celebrado en España como en toda reunión entre indios y jefes de la caballería americana, en la que todos acababan fumando la pipa de la paz.
Ser concesionario de un estanco era un privilegio porque eran monopolistas en la venta de tabaco y timbres del Estado.
Isabel II, aquella reina opulenta y de costumbres liberales, solía conceder estancos a los amables guardias y servidores cuya atención la hubiera hecho ver las estrellas y oír el canto de ruiseñores apasionados.
 El estanco pasaba en herencia a los familiares de los que tanto y tan bien habían servido a la soberana.
Se recomendaba por aquellos tiempos ya idos que “el mejor regalo que a un viejo se le puede hacer es un cigarrito después de comer”.
Lo mismo que ahora…. Le tiene más cuenta a una joven dejar en libertad su bamboleante pechera en lugar sagrado que encender un cigarro, porque lo primero sería considerado ejercicio de su libertad y lo segundo desacato a la ley.
Es por eso el concepto de libertad ambiguo y caprichoso. Hay veces en las que tienes libertad para pegarle a una preñada porque no ha cerrado su bar en período de huelga y no la hay para fumarte un cigarrito en el mismo bar, después de haberte tomado un café cortado.

Las cosas…. 

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