sábado, 30 de julio de 2016

LAS VACACIONES



¿Es el hombre-a un álamo o como la hoja de un álamo?
Cuando yo nací a mediados del siglo pasado el álamo y el hombre morían donde nacían y, si acaso, solo se ausentaban para cumplir la mili si era varón, o para casarse e irse a vivir al pueblo de al lado para instalarse en la casa de los padres del forastero al que conoció en la feria, si era mujer.
Hoy es uno de esos días de cada año en los que la gente moderna va de donde nace al sitio donde no nació para, al cabo de unos días, añorar lo que en mala hora decidió dejar.
Sin literatura y entrando de frente y por derecho al turbio toro dialéctico en el que me he metido:
Que media población española se echa a la carretera para irse a donde habitualmente no vive o para volver a donde vive habitualmente.
Los que vuelvan lo harán hartos de mirar como alucinados las olas que se hinchan más o menos lejos de la playa para reventar en en la playa misma y revolcar a los incautos que se hayan dejado atropellar por ellas.
Y, los que van, abandonarán la cómoda rutina de su residencia para tenerse que adaptar al baño, el retrete, el televisor y el agua nunca tan fresquita como la de su propia nevera, siempre lista para saciar la sed.
Eso de buscar en paisajes exteriores la felicidad interior es  un error, una ilusión vana contra la que advirtió nada menos que Francisco de Quevedo :  “ nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar”.

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