miércoles, 10 de agosto de 2016

HOMBRES DE ANTES

Ahora que recordar el pasado es más grato que vivir el presente y mucho menos deprimente que imaginar el futuro, me ha venido a la memoria uno de aquellos hombres de antes, imposibles de encontrar en el presente y que ya se habrán extinguido en el futuro.
 Llegó para interesarse por un trabajo que mi padre ofrecía para que arrancaran  unos cientos de eucaliptos para sembrar algodón en el terreno que ocupaban.
En aquellos tiempos remotos en los que todavía nadie se había imaginado que alguna vez se solucionaría la falta de trabajo con ayudas estatales al desempleo, el que quisiera ganarse un jornal para pagarse su propio vino y llevar a casa lo que le sobrara para que su familia malcomiese, si no trabajara en lo que saliera, o moría de hambre o pedía limosna.
Aquél hombre aspirante a talaeucaliptos tenía maneras de cíclope, gestos de titán y ademanes de tirano.
“Yo los arranco a manotazos, como si fueran arveja”, respondió cuando se le preguntó si disponía de herramientas para lo que se pretendía que hiciera.
A la insolente pregunta de si tenía cuadrilla para que lo ayudaran fue tajante: “Al que quiera quitarme mi trabajo le pego un manotazo y lo meto bajo tierra”.

Eran tiempos, aclaremos al que se atreva a preguntar cuando fue eso, que lo que acabo de contar tal como lo presencié, sucedió antes de la democracia.

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