sábado, 3 de septiembre de 2016

RETORNO A LA AUTOCRACIA

Ya que hasta una plebeya fregona se aristocratiza al traducirla al ingles y convertirla en mopa, démosle una solución a la inglesa a lo que, en castellano, parece no tenerla.
Me refiero, como ya habrán adivinado, a esa preocupación tan persistente que ha evolucionado a obsesión: la incapacidad de formar gobierno.
Lo que nos puede sacar del atolladero tiene, en castellano,  una fórmula castiza: “de perdidos, al río” que en ingles sería “from losts to the river”.
La receta consistiría, tanto en inglés como en castellano, en buscar una solución extrema al embrollo democrático en el que nos metieron hace cuarenta años los que se empecinaron en hacernos vestir frac democrático a los españoles, habituados a no salir de casa sin la faca en la faja.
Si ésta democracia ha pasado de solución a problema, resolvamos el problema acabando con la democracia que lo origina.
Ya tenemos en marcha esa solución: vascos, catalanes, gallegos y hasta algunos andaluces son ya precursores de hacer regresar a esta España seudo moderna a la España tradicional: que cada cual se tire pedos con su propio esfinter para disfrutar en exclusiva del aroma que expela.
Es volver al origen de esta raza multiracial: el vecino, cuanto más cercano, es más sospechoso de enemistad, cuanto más elejado es más apetecible aliado para acabar con el vecino más cercano y al que se niegue a creer lo que cada uno crea, se le mata si no se convierte a la creencia propia.
¿Resultado previsible de la fórmula traducida al léxico de las ideologías políticas? autocracia, renuncia a que los demás hagan, crean, piensen o vistan como uno mismo.
La autocracia, como antítesis de la democracia, es la solución al problema que la democracia española ha creado.

Porque, al menos en la España eterna y moderna, el que no siga el mandamiento de cada uno es inevitablemente su enemigo y con el enemigo no se transa: se le elimina.

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