lunes, 4 de enero de 2016

NIÑOS: LIBERTAD TUTELADA

Dice la gente, y la gente no se equivoca porque voz del pueblo es voz del cielo, que la democracia nos ha devuelto a los españoles la libertad que nos había quitado la Oprobiosa.
Y debe ser cierto porque la gente puede alardear en público de lo que hizo en privado y sin ropa.
También ahora se puede decir en voz alta que el gobierno es un desastre, lo que antes no convenía decirle ni al confesor, y hasta era peligroso pensarlo.
Pero, ¿todos somos más libres con la democracia que bajo el yugo de la dictadura?
No.
Por ejemplo los niños, que durante la dictadura eran libres, ahora son esclavos. Y es que a los niños de ahora se les entrena para que sean adultos sumisos.
Tienen todos que ir a la escuela pero no para lo que se inventó esa gaita de la escolarización universal, que se ideó como remedio contra la explotación laboral infantil.
Ahora los niños son condenados a la escuela para que sus padres puedan trabajar por cuenta del estado o de los explotadores capitalistas y, a través del trabajo fuera de casa, puedan realizarse.
¿Qué competencia desleal pueden hacer los angelitos de ahora a los adultos, un 25 o 30 por ciento de los cuales están en paro?
En tiempos de la oprobiosa, los niños teníamos tiempo de sobras para no aburrirnos. Bastaba con que los niños clavaran un trevesaño corto en un palo más largo, y ya teníamos una espada con la que descalabrar a los incautos.
¿Y aquéllas recatadas niñas que ya se se entrenaban para la suprema condición de madres, acunando un gurruño hecho con una naranja por cabeza y la deshilachada bufanda por pañales?
Éramos criaturas libres porque nuestra imaginación era espontánea  y veíamos en el más miserable charco un océano ilimitado.
Ahora, la imaginación es innecesaria. A los cachivaches que se pagan con el dinero que sobra, solo les falta cargarse al compañero de juego para que dejen de ser un juguete y las reproducciones de bebés que acunan las niñas hasta se mean.
Eso sí: no es necesaria la imaginación porque la disciplina ha sustituido a la libertad.
Como descanso tras la metódica obediencia a los maestros y para que sigan sin molestar a sus padres hasta que salgan de sus trabajos, los niños son pastoreados por monitores inflexibles que les mandan cómo jugar al futbol, dibujar, tocar eficazmente la guitarra o acatar las reglas del karate.
Niños sumisos, precursores de adultos obedientes.