martes, 5 de enero de 2016

EL HOMBRE, ESE ORNITORRINCO



Dicen que el hombre es el menos bicho de los animales porque sospecha que no es verdad todo lo que verdad parece.
Por eso, solo se convence de que lo que le han dicho es cierto cuando su experiencia personal se lo demuestra.
Así que el hombre anda siempre en una duda permanente.
Hasta que su experiencia personal le ha demostrado que la teoría darwiniana de la evolución es un camelo, no ha llegado a la conclusión de que lo contrario de lo que predicaba Darwin es la verdad: el ser humano es producto de la involución.
El hombre, como especie, nace tan desdentado como un ornitorrinco y, al final de su vida transitoriamente provista de dientes, vuelve a su condición natural de desdentado.
Para no tener que madrugar viajando a Australia a estudiar el ornitorrinco, estudiemos al ser humano que abunda hasta en Europa: nace sin dientes y sin ellos muere. ¿Es tan hombre al nacer como al morir, o solo lo es durante ese intermedio en el que, gracias a los dientes exhibe esa sonrisa tan fotogénica?
Si la dolorosa experiencia que es la vida sirve para comprender la verdad, el hombre es un mamífero desdentado al principio y al final de su existencia, con un período intermedio en el que pasajeramente está dotado de dientes.