miércoles, 13 de enero de 2016

EL NIÑO DE LA BESCANSA

En el segundo capítulo de sus Evangelios, San Lucas narra (versículos de 22 al 40) cómo lo padres de Jesús, pasado el tiempo marcado por la ley para la purificación postparto, llevaron al Templo al niño para presentarlo formalmente, como la ley ordenaba.
Es lo que ha hecho Carolina Bescansa, la diputada de Podemos que, una vez  oficializados los resultados de las elecciones, acreditada su condición de diputada y jurado el cargo, se presentó con su hijo en el Templo de la Democracia, el Congreso de los Diputados.
¿Por qué se extrañaron los que no captaron el significado del gesto?
Porque pertenecen a esa casta encopetada y enriquecida a costa del sudor y la dignidad de los obreros, de la que Carolina se apartó para redimirlos como parte de esa casta altruista y generosa que es la Política.
Carecen de fundamento, o por lo menos no se ha podido confirmar por ahora, que aparte de para presentarlo a los representantes de la casta política, la presencia del niño de la Bescansa tuviera otro objetivo, éste estratégico:
Que desde su más tierna infancia se conciencie de que el Congreso de los Diputados será su hábitat natural cuando sea adulto, y de que la casta en la que debe integrarse no es la farmacéutica, sino la política.

Todas las castas son iguales pero la política y la farmacéutica más que las demás:  la segunda cura el riñón, la primera lo forra.