viernes, 15 de enero de 2016

LAS QUEJAS DE PUIGDEMONT




“El presidente catalán ha afirmado que ni el Rey ni otros presidentes autonómicos le ha llamado para felicitarle por su nuevo cargo, como tampoco lo ha hecho el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. “Dice muy poco a favor de su liderazgo político” ha añadido en alusión al presidente del PP”. (El Mundo, 15-1-2016).
  
    “Ya se agotó nuestra paciencia, incordiante Catilina”, que diría aquél polemista romano al que llamaban Cicerón, no se sabe si porque un antepasado suyo tenía la nariz en forma de garbanzo o porque su familia se dedicaba al comercio de esa legumbre indispensable para el cocido.
  Así que vamos a repartir estopa:
Primero al redactor de la información de El Mundo por confundir, como casi todos los españoles no andaluces ni gallegos,los transitivos con los intransitivos y colocar complementos indirectos donde correspondían directos.
Y, a continuación, al caballero de apellido que traducido al castellano emula ese pìnáculo redondeado que sobresale en el llano o culmina una montaña, el honorable Puigdemont.
Lo haré con una anécdota que, ya en mi vejez, tengo grabada en la memoria de mi niñez cada día más lejana:
Asistía junto a mi madre a una conversación en la que una vecina relataba a sus contertulias sus cuitas por la animadversión de una ausente:
“…y me dijo que era una guarra, que no barría el portal de mi casa, que los remiendos de la camisa de mi marido estaban mal cosidos, que mi niño siempre llevaba los mocos caidos, y que me jedían los sobacos”—pausa—“ahora que yo me volví y le dije: oy oy”.
Ya impertinente a tan tierna edad, me dirigí a ella  teatralmente escandalizado: “¿eso le dijo usted?”
Y es que la descortesía del Rey, de los presidentes autonómicos y de Rajoy al no felicitar a Puigdemont como represalia por lo que el neohonorable amenaza hacer desde su cargo, me parece excesiva.
Deberían haber formado coro, torcer el gesto, aclarar sus voces y entonar un sonoro “¡oy oy!”.