jueves, 11 de febrero de 2016

LA VEJEZ

“Dichosa edad y siglos aquellos…” cavilará  de aquí a que pase poco tiempo un viejo nostálgico  que, como no tiene futuro y husmea que se acaba su presente, se refocila recordando el pasado.
El viejo simultanea su pasiva ensoñación con la contemplación de una escena que se desarrolla a sus piés, en el río que se ve en la hondonada en la que empieza a empinarse el cerro desde el que mira sin saber si ve o imagina que vé, el puente de esqueleto metálico que cruza el río.
¿Cruza el puente el río o cruza el río el puente?
Hubo un tiempo en el que todavía no tenía la edad que ahora tiene, en el que  hasta se obsesionaba por intentar averiguar si lo que parecía que era era y por qué era así y no al contrario.
Aquella temporada, le viene a su confusa memoria de ahora, en la que no podía dejar de preguntarse si  un tal Pedro Sánchez había llegado a presidente del Gobierno engañando a los votantes, o habían sido los votantes los que se engañaron a sí mismo creyendo que Pedro Sánchez sería un buen presidente del Gobierno.
Ahora, sabio por viejo, no pierde el cada vez más escaso tiempo que le queda  pensando en qué es lo mejor y qué sería lo peor que pudiera pasar.

“Lo que es es”—sentencia el viejo—“porque así tenía que ser. “Y lo que no pasó—suspira—“no pasó porque era imposible que pasara”.