domingo, 20 de marzo de 2016

DEMOCRACIA

La gente es mal pensada de nativitate (¿o ex nativitate?) y se cree que, si no hubiera sufrido un manzanazo mientras dormía la siesta, esa ley de la gravedad ni se le hubiera ocurrido a Isaac Newton.
Pues no. La idea le venía rondando por el magín desde inmediatamente después de haber pronunciado su primera palabra, que fue “ajjó”, que es como suena el eructo en todo recién nacido.
El manzanazo no inspiró su teoría, sino que fue la confirmación práctica de lo que venía sospechando desde mucho antes de que la floración primaveral madurara en otoño la poma que le cayó encima.
Pues lo mismo pasa con la peregrina falacia de la democracia, esa cosa que se basa en la evidente falsedad de que, como todos somos iguales, es verdad lo que, si la mayor parte de un todo llamado colegio electoral dice que es verdad, punto en boca porque verdad tiene que ser.
Hay una sospecha preocupante sobre el acierto de esa teoría: si todas las unidades de un conjunto llamado grupo parlamentario votan sistemáticamente lo mismo, lo que todos dijeran que es verdad no podría en ningún caso ser mentira.
 Pero, más que menos veces lo es porque la puesta en práctica de lo que votaron demuestra que se equivocaron.
Hay dos explicaciones que podrían arrojar luz sobre la poca fiabilidad práctica de las dos reglas de oro de la democracia: la igualdad y la libertad.
¿Están igualmmnte capacitados todos los miembros de un mismo grupo parlamentario para decidir si la subida de impuestos es buena para la prosperidad económica de la nación?
Si todos los miembros de un mismo grupo parlamentario votan siempre en bloque, ¿lo hacen porque ni uno sólo de ellos discrepa,  o porque no tienen libertad para expresar su particular opinión?
Suponiendo que fuera lo segundo, ¿por qué no acude a la votación solo el jefe y los demás se quedan hablando de lo bueno que es Cristiano Ronaldo o jugando al dominó?
La Patria, que es como antes se llamaba a España, se ahorraría un dineral en sueldos, dietas, edificios parlamentarios, ujieres, chóferes, secretarias, cuidadoras de guarderías infantiles, consejeros-enchufados, achichincles  y turiferarios.

España seguiría tan mal como ahora, pero saldría más barato evitar el inevitable derrumbe.