jueves, 24 de marzo de 2016

RELATIVISMO

Esta España nuestra siempre ha sido relativista porque acepta que es verdad solo lo que, en el momento y las circunstancias en que emita su juicio, le convenga que sea verdad.
Por lo tanto, solo cree en lo que le interesa creer mientras le interese.
Si las circunstancias cambian—y el cambio de circunstancias es permanente—lo que hace un cuarto de hora había que creerlo a ciegas, un cuarto de hora más tarde hay que rechazarlo.
El relativismo no acepta que haya verdades inmutables ni, por consiguiente, deberes permanentes porque, según la particular o colectiva conveniencia, el valor y el deber se ajustan a la evolución de la historia.
Puede que sea por eso por lo que el carácter marcadamente voluble de los españoles se sabe ajustar disciplinadamente a su conveniencia del momento con el mismo desenfado con el que aclamaba el presente de ayer.
Quizá ese interesado relativismo explique el repudio a la dictadura en cuanto murió el dictador y el fervor democrático en cuanto se implantó la democracia.
O el cambio del recogimiento religioso de la Semana Santa por las vacaciones en mar o playa en cuanto la semana santa pasó a identificarse con un pasado antidemocrático.
Pero esas manifestaciones de fervor religioso ya sobrevivieron, en circunstancias políticas similares a las de ahora. La letra de algunas saetas del anticlericalismo republicano lo demuestra:

“Virgen de la Soledad,
te pido para mis males
pan, trabajo y libertad”.  (letra de saeta cantada durante la República)


“Han dicho en el Banco Azul
que por ser republicana
España ya no es cristiana.
¡Aquí quien manda eres tú

estrella de la mañana! (Niña de la Alfalfa, 1932).