domingo, 10 de abril de 2016

LOS JUDIOS

  De la India a Japón, siguiendo la ruta que sigue diariamente el sol, todos somos judios, por sangre o por cultura. Así que, para conocernos a nosotros mismos, nos convendría conocer la historia del pueblo judío.
Entenderíamos así a los secuaces de Albert Rivera y Pedro Sánchez que, sin conocer la historia de los judíos, tan incomprensible resulta.
Cuando los judíos anduvieron cuarenta años de la Ceca a la Meca, es decir de Egipto a Israel, una de las fiestas en las que entretenían su deambular era la de la Expiación.
Cada año, detenían su travesía del desierto para reunir a todos los chivos de sus piaras de cabra, escogían a dos de ellos y sorteaban a cual les tocaría hacer de bueno y a cual de malo.
Al primero, lo sacrificaban y lo ofrecían a la idea intangible, irrepresentable, sin nombre ni imagen que era su dios, ante el templo provisional y ambulante que eran las andas sobre las que trasladaban las tablas de la ley que Dios le había dictado a Moisés.
Al otro chivo lo abandonaban para que muriera de hambre, sed  o devorado por las alimañas en el desierto, para que su muerte sirviera de expiación por las culpas individuales o colectivas de los judíos.
Que seguimos siendo judíos eternamente en busca de un sitio en el que asentarnos lo demuestra que los judíos Rivera y Sánchez han encontrado en Rajoy un chivo apto para que pague las culpas de todos los españoles.
Como los judíos que ansiaban llegar a la Palestina que no conocían, Sanchez y Rivera llevan tres meses y pico dando tumbos por el desierto de la política buscando sin encontrar donde levantar el colgadizo que cobije al gobierno, el templo de la democracia.

Pero eso sí: rechazando que Rajoy, como el chivo expiatorio que cargue con las culpas de ellos por no encontrar dónde hacerse sedentarios tras mas de cien días de transhumancia, tenga ocasión de decir ni pío.