sábado, 7 de mayo de 2016

LO BUENO ES MALO

Lo mismo que los laboratoristas se tapan las bocas para evitar que los viruses que manipulan los contagien, decidí hace tiempo mantener con el resto de la humanidad una relación aséptica y lejana a través del filtro esterilizado de la televisión como barrera protectora.
Veo así el mundo no como es, sino como me gustaría que fuera, y ni así estoy feliz.
¿Qué por qué?
Porque el mundo que me interesa sería el imposible mundo que la televisión me niega, en el que los malos sean los buenos de las películas y los buenos los malos.
¿Por qué los indios pierden siempre y los blancos siempre ganan? ¿Es que no existió ningún nazi bueno ni un tanquista americano malo?
Desde el principio de los tiempos, que coincidió con aquella decisión de Lilith de comerse la manzana que tan bonita le parecía, rebelándose contra aquella absurda diagnosis de que lo bello es malo y lo feo bueno, el mundo anda manga por hombro.
¿Por qué lo placentero tiene que prohibirse y estimularse todo lo que, como el trabajo, canse?
Si lo que apetece puede obtenerse robándolo, ¿por qué hay que pasarlas canutas y trabajar para conseguirlo?
Si las campañas electorales tienen por objetivo lograr la muerte política del oponente, ¿por qué no se encierra a todos los candidatos en una caja de cristal transparente y sale de ella como presidente del gobierno el único que sobreviva?

Mucho más barato y más entretenido que eso de que gane el que más arteramente engañe al personal espectador.