miércoles, 11 de mayo de 2016

HAITI -ANDALUCÍA

No es que haya días en los que Dios lo amanezca a uno espeso, sino que lo normal es que nos despertemos tan sonámbulos como los zombies con los que esperabas toparte cuando bajabas desde Petionville a las estrechas callejuelas de Puerto Príncipe.
Esta Andalucía en la que me nacieron y en la que espero que mi cuerpo repose al final de una placentera y descansada vida es una especie de Haití, en la que no falta el Barón Samedi, administrador de la vida, la muerte y el letargo de los andaluces.
Pasa inadvertido por aquí porque el que administra la vida, la muerte, la alegría o la desdicha no es un espíritu tenebroso y voluble transmigrado desde Africa, sino un sanedrín omnipresente conocido por Junta de Andalucía.
La Junta, en conciliábulos tan misteriosos como una tenida masónica, distribuye dinero, un fluido tan indispensable para el bienestar como la sangre lo es para la vida.
Si el corazón bombea sangre al cuerpo, el cuerpo vive. Si la junta bombea fondos a los andaluces, los andaluces revivifican sus romerías, ferias o semanas santas.
Lean los periódicos o escuchen las emisoras a los que el Barón Samedi andaluz castigue sin otorgarle los fondos que les darían vida y se enterarán de que los agraciados con fondos para la formación, administración de EREs o contratos para sertvicios que no sirven para nada exultan lozanía.
Los no agraciados se devanan los sesos para que La Junta-Barón Samedí les sonría y, como señal de complacencia, los incluya en la exclusiva lista de los agraciados.

La experiencia enseña que nada complace tanto a la Junta como votar  a su Partido Político en las elecciones, un rito ceremonial tan de su agrado como el de rebañar el pescuezo a un gallo en noche de plenilunio lo es para el Barón Samedí.