jueves, 26 de mayo de 2016

EL WHISKY Y LAS ELECCIONES

Lo gratis no tiene precio, que es tanto como decir que no vale nada.
Por ejemplo, votar.
(He omitido  la democracia como algo que para nada sirve porque a los que la padecemos nos está arruinando su costo).
Pero, ¿y esa pantomima de las elecciones que sirven de tan poco que a los que se presentan a ellas las tienen que repetir por su incapacidad para conciliar sus resultados?
Y hay algo todavía peor: que no pagan los costos electorales los que tienen el capricho de votar. Le cuesta lo mismo al que vota que al que no lo hace.
Injusticia evidente.
Es como si a servidor, que ha vivido ocho años sin probar el whisky en paises en los que era la bebida nacional, lo hubieran obligarado a pagar parte del que se bebía media docena diarias.
Y conste que nada tengo en contra de la democracia, de sus elecciones, ni del scotch whisky.
 Eso sí: me parecen un capricho que debe pagar el caprichoso, o su amante-a.
¿Y qué se puede hacer para que partidos políticos y sus elecciones no le amarguen la vida a nadie, sobre todo a los que declinamos  la oportunidad de afiliarnos  y votar?
1-Que todo el que quiera pueda fundar un partido político siempre que los gastos en que incurra los paguen exclusivamente sus afiliados que estén al corriente en el pago de sus cuotas.
2.-Que al depositar la papeleta de voto, el elector añada el número de su cuenta para que de ella se transfiera al partido que votó una contribución mínima de cinco euros.

Si el que vote paga y al que no vote no lo obligan a pagar, todos contentos.