viernes, 17 de junio de 2016

PODER Y CAPILLAS

Pongan límite al paisaje y, una vez alcanzado el horizonte comprobará que más allá hay otra raya fronteriza entre lo que se vé y lo que todavía no se ha visto: otro horizonte.
Hagan lo mismo con la ambición: el que desea lo que no tiene, una vez lo consiga no podrá descansar hasta lograr lo que todavía le falta, lo que es de otros hasta que sea suyo.
“To get the power, you must show you want it”(“para conseguir el poder tienes que demostrar que lo quieres”) sentencia un lema de la política norteamericana.
Porque la política es un sucedáneo bastardeado de la forma original de conseguir el poder,  eliminar físicamente al que lo ejerza hasta que se lo quites.
España vive desde hace una eternidad (desde que murió el Invicto que había conseguido el poder venciendo por las armas a los que se lo disputaban) enfangada en la tediosa lucha por el poder a través de la política: prometer lo que se sabe que no se puede cumplir.
Todas las argucias (menos la eliminación física del adversario de la que te puedan culpar) sirven.
Imagínense que, en una fase inicial del intento ambicioso de un político por hacerse con el poder, ese político organizara o consintiera marcar su territorio evidenciando que se propone acabar con las normas vigentes hasta entonces, y manda a sus secuaces que entren en tumulto y con las tetas al aire al tradicionalmente inviolable recinto de una capilla universitaria.
Naturalmente, invocan al hacerlo el derecho a la libertad de expresión, mucho más noble que el de la libertad de cultos, sobre todo si se reivindica a pechos descubiertos.
Sentado el fin que pretende alcanzar y la ausencia de límites para conseguirlo, llega la hora de convencer a los que todavía no lo están, a los que no  se olvidan ni aceptan que menospreciar creencias ajenas sea tolerable.
¿Qué hace?

Como la mancha de una mora con otra verde se quita, organiza una segunda incursión en otra capilla para poder condenar la segunda, y hacer olvidar ambas como amenazas de hecho del futuro que aguarda a todos, cuando el poder lo tenga en sus manos.