sábado, 25 de junio de 2016

LA JORNADA DE REFLEXION



Antes de que cantar fuera una bronca destemplada y cuando era todavía poesía musicalizada, sonaba de vez en cuando una canción en la que el cantante reconocía que era una tontería pretender que una chica aceptara su invitación a bailar, aun a sabiendas de que allí conocería a otro del que saldría acompañada y con el que terminaría la noche.
Se llamaba aquella copla, en el idioma que se habla en Estados Unidos y se farfulla en Inglaterra, “Something Stupid”, algo así como “una tontería”.
Hay muchas tonterías, estupideces, sandeces, bobadas, simplezas o cualquier otra forma de calificar la conducta humana cuando nada tierne que ver con lo propio de un animal racional.
Una de ellas es esa tontería de la “jornada de reflexión”, ese tiempo que antecede a unas elecciones y en el que se prohibe hacer publicidad (ponderar las virtudes del partido propio denigrando las sandeces de los ajenos) para que no influyan en la decision de los electores.
¿Ni siquiera puede hacerse publicidad electoral aprovechando la íntima privacidad de la alcoba?
¿Tan volubles son los electores que carecen de la firmeza de convicciones en las que cimentan su convicción?
¿Se puede fiar un elerctorado maduro y capaz de aportar soluciones para sacar a su país de la atribulada situación en que se encuentra de alguien que, por una palabra, diga que hay ochenta donde antes decía que solamente había ocho?
¿Si de una tontería como esa dependiera el resultado electoral, ¿no será una tontería todo el tinglado de ese sistema de escoger al mejor y al que más sabe sumando las opinión de los entendidos con la de los ignorantes?
A lo mejor eso sí que amerita una reflexión.