miércoles, 20 de julio de 2016

QUE CAÑAMERO SEA FELIZ



“Sería feliz si me  me permitieran”, se quejaba amargamente Diego Cañamero, “compatibilizar mi trabajo de diputado con el de jornalero”.
Si un hombre es feliz, la humanidad entera debería sentirse feliz,  así que yo no sé quien es el desalmado que le impide al jornalero profesional y diputado eventual sentirse doblemente afortunado y simultanear legona y tribuna.
Como siempre hay un melindroso que a todo le ve inconvenientes, saltará: “¿y qué campo de cebollinos hay cerca del Congreso de los Diputados para que Cañamero simultanee sus dos ocupaciones”?
Pues que, si le da lo mismo cebollinos que tulipanes, en los Jardines del Retiro, a escasos 200 metros del Congreso de los Diputados, puede descansar de su ingrata labor legislativa mientras se ocupa de su amable labor agrícola.
Pero, ¿saben una cosa?
Que Cañamero tiene mucho cuento y que, si lo mismo que los cebollinos que dice que aporcaba como jornalero echadiscursos, le permitieran echar algún discurso en el Congreso, será como si escardara ortigas.
Tribuno de la plebe en el Congreso o tribuno de jornaleros en el tajo, Cañamero es un regalito.
Que se aplique lo de “zapatero a tu zapato” y que se siga dedicando a lo que toda su vida (o la mayor parte de ella desde que aprendió que protestar es más llevadero que trabajar) se ha dedicado: a vivir del cuento.