lunes, 1 de agosto de 2016

MENDICANTES





Allá por el siglo XIII ya pasaba lo que pasa en éste siglo XXI: que la gente andaba a palos como anda a palos hoy por desacuerdos en la definición de un concepto: el de pobreza.
Hace ocho siglos las guerras las promovían las órdenes mendicantes, aquellos iluminados que, para eludir el desagradable trabajo, predicaban que solo se salvarían los pobres.
Había, pues,  que definir quién era pobre y quien no lo era: así que llegaron a la conclusión de que solo tenían garantizado el cielo los que, por no poseer nada, sobrevivian gracias a lo que les dieran los que trabajaban.
Con esa frontera de la pobreza tan conveniente para los mendicantes, la salvacion de los que trabajaran dependía de la liberalidad con que saciaran las necesidades de los que no lo hacían porque se lo impedía su interpretación de los Evangelios.
Ocho siglos después andamos en las mismas: los ricos deben compartir sus riquezas con los que tengan menos que ellos y que no las tienen porque los ricos se las arrebataron, incluuso antes de que empezaran a acumularlas.
A los mendicantes de entonces se le podía identificar porque recorrían los caminos solos o en compañía de otros para ayudar a los que trabajaban a salvar sus almas librándolos de sus riquezas, la evidencia de su pecado.
¿Y ahora?
Ahora los mendicantes actuales, exigen vivir de las subvenciones, los subsidios y las ayudas al desempleo que obligan a pagar a los que trabajan, como castigo a su pecado.