martes, 16 de agosto de 2016

ESTADO DE CACHONDEO

No tiene más remedio que haber un virus mental que, como los que provocan enfermedades en el cuerpo humano, desequilibran la razón de los que lo padezcan.
Una investigación inacabada se inició en España durante la dictadura y se interrumpió con la llegada de la democracia porque los fondos estatales que lo financiaban se desviaron a comprobar una teoría revolucionaria: que el individuo es solo el sumando en el resultado de una suma.
En mala hora se estableció que todos los individuos son iguales porque ese dogma estableció que la unidad era solamente la singularidad repetida.
Una consecuencia inevitable fue que si el mayor número de individuos coincidían en que algo era verdad, los que discreparan de la mayoría estaban inexorablemente equivocados.
Pero, ¿y si alguno de los implicados en esa sustitución de la calidad por la cantidad se sintiera defraudado en elecciones para determinar que el que más votos reuniera sería el que mayor parte de la verdad representa?
Tremendo dilema: o el que ganara las elecciones representaría la verdad con más fidelidad que los perdedores o se repetían las elecciones hasta que, en una de ellas, el resultado del recuento de votos fuera acorde a los deseos del descontento.
En esas andamos: Albert Rivera, autonombrado guía de una pandilla conocida por “Ciudadanos”, decidió cuando el resultado de unas elecciones celebradas el año pasado y en las quedo cuarto no le gustó, que si apoyara a uno de los perdedores saldría ganando más que si respaldaba al que había ganado y, por consiguiente, portaestandarte de la verdad votada.
Como ni en democracia ni en la Arcadia lo que no puede ser no puede ser, se echaron otras elecciones y Rivera, en vez de más, consiguió menos respaldo y el que había ganado las primeras elecciones aumentó su respaldo original.
En una interesada conclusión del análisis que debería haber hecho después de su segundo fracaso, el intrépido Rivera ha llegado a la conclusión de que, de perdidos al río, y que si acaba ahogándose, que se ahoguen todos, como se ahogaron las bestias y los hombres que no consiguieron pasaje en el Arca de Noé.

Como alguien no ponga pié en pared, éste estado electoral al que ha degenerado el estado democrático evolucionará a la perfeccion terrenal: El Estado del Cachondeo.