viernes, 23 de septiembre de 2016

TIEMPO TORMENTOSO



Cuando las flores ahora mustias recuperen el esplendor de sus variadas vestimentas, habrá llegado la primavera.
¿Será tan efímera la época en que las flores luzcan sus mejores galas como lo es ésta, en la que hasta las ramas de los árboles muestran la escueta desnudez del otoño?
Poesías aparte, vamos a lo que vamos:
¿Les irá mejor a los pocos españoles que no viven de la política el tiempo en el que, si llegan a tenerlo, tengan gobierno con toda su capacidad de incomodar  que ahora que se ha quedado sin las garras y colmillos con los que desgarran a los ciudadanos, para engordar con sus despojos?
Esa es la gran pregunta que requiere una meditada respuesta, y que las víctimas de los gobiernos deberían plantearse.
¿Nos arriesgamos a que el futuro que suceda al presente sea peor que lo que ahora ya es malo?
La respuesta está en el viento, y ahora es cuando deberíamos desplegar la veleta para saber de qué dirección sopla.
Ojo: hay nubes en el horizonte que pueden avisar tanto de que se aproximan vientos atlánticos precursores de lluvia mansa y benéfica, como de estruendosas tormentas armadas con ruidosos truenos y mortíferos rayos.
Si lo que nos amenaza es tiempo tormentoso, ¿tenemos yoduro de plata con el que bombardear el centro de la tormenta para que se deshaga en mansa lluvia, o se desvíe de su actual rumbo y descargue sobre otros sus rayos y la tromba de sus aguas?
Esa tormenta de la que tratamos no es, naturalmente, un fenómeno meteorológico sino político, que nos tiene el alma en vilo desde hace casi medio siglo y que en éste momento crucial (todo momento es crucial para quien tenga que sobrevivirlo) nos agobia a todos, aunque no a todos por igual.
De hecho, directamente solo preocupa a los políticos pero como el miedo de los políticos acaba contagiando a todos como las gripes estacionales, con las que  inexorablemente estornudamos todos en cuanto nuestros políticos moqueen.
Solo se percibe una solución: pongamos en cuarentena y aislados del resto en cárceles o campos de concentración a los políticos, para que los que no vivimos de la política nos libremos de su gripe.

Que, sin meternos a los demás en sus peleas se peleen entre ellos y. a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.