sábado, 8 de octubre de 2016

LA CASTA

Este esmeradamente desaliñado Pablo Iglesias es el sobresalto que nos libra de la modorra, el trueno que rompe la quietud de un día sin nubes, el sonoro pedo que rompe el silencio de una multitud muda.
Ahora se le ha ocurrido decir que, por las venas de sus embelesados podemitas, “corre la sangre de los luchadores antifranquistas”.
Es ese argumento para movilizar a sus esbirros la defensa más certera que se ha escuchado nunca de la casta como móvil de la acción política.
Los que, como Iglesias reivindican la lucha contra la casta como argumento para su afán revolucionario, ahora la usan a favor de sus ambiciones.
Porque la casta es una manera de estratificación social al que se pertenece únicamente por el nacimiento.
En conclusión, que si Pablo Iglesias apela a la casta como justificación de su revolución, la que predica Pablo Iglesias sería la revolución menos revolucionaria y más conservadoramente tradicionalista de todos los sistemas consolidados y emanados de una revuelta.

Me parece a mí, que soy un escéptico al que la experiencia le ha enseñado a desconfiar de lo que le dicen, que ese Pablo Iglesias, que lleva ya tanto tiempo entreteniéndonos con sus ocurrencias, lo que de verdad quiere es mandar con el único propósito de conseguir que no le manden.