Después de un
año de apacible tranquilidad en el que a la fiera que es el gobierno le habían
limado los colmillos para legislar (que es como los gobiernos trocean y devoran
a los ciudadanos), ya ha recuperado toda su capacidad depredadora.
¿Es para
entristecerse, para alegrarse?
Es para echarse
a temblar y, al que lo dude, no tiene más que esperar a que éste gobierno que
hoy juró sus cargos presente los presupuestos generales del Estado, la sentencia
en que apoya su facultad de quitarle a la gente la mitad de lo que haya ganado.
Éste gobierno
que ya está capacitado para funcionar gobernando, a los que pertenecen a, o
simpatizan con el Partido Popular les pareció bien o muy bien en cuanto se anunció,
y mal o muy mal a los que no pueden ver
ni en pintura al Partido Popular ni a su Mariano Rajoy.
Nada más
anunciarse la composición del gabinete, las radios y televisiones, que para eso
están, se apresuraron a solicitar la opinión de los opinantes, todos ellos
concernidos a favor o en contra de los nuevos ministros.
Uno de los
entrevistados, de color ideológico rojo carmesí, fue el que dio la opinión contraria
más sorprendente de todas las que oí: no le gustaba el nuevo gabinete “porque no
representa a la mayoría social”.
Me gustó porque
su declaración coincide con lo que yo pienso de esto de la democracia: las
elecciones que al ganarlas reiteradamente le permitieron a Rajoy acceder a la
presidencia del gobierno expresan lo que los políricos y sus achichincles han inducido a pensar a los votantes,
no lo que los votantes piensen, si es que piensan.