Parece que nada
más conocerse el resultado de las elecciones que ganó Donald Trump (se llama trump
card al naipe ganador en una mano de póker) ya se organizó una manifestación
por las calles de Nueva York, la ciudad que los americanos del interior llaman
despectivamente Babilonia.
No fué un hecho
anecdótico, sino sintomático: los que ideológicamente han patrimonizado la
democracia y que se ubican a la izquierda de la conocida por “derecha”, son los
que se echan a las calles cada vez que el resultado de una elección no les
gusta.
Son los demócratas
de conveniencia y no de condición los que aceptan el resultado de unas
elecciones (la liturgia de la democracia), solo cuando el recuento de los votos
les es favorable.
Y es que la democracia,
para esos demócratas profesionales, es el mejor sistema para gobernar a los
pueblos siempre que sean ellos los favorecidos por el resultado de la votación.
Por eso, son esos
demócratas que se ubican a sí mismos en la izquierda—mientras más a la
izquierda de la derecha más demócratas se consideran—sospechan obnubilación de
los votantes al depositar su papeleta o trampa en el recuento, cuando el
resultado los perjudique.