A la única
de las siete leyes de educación aprobadas a propuesta del Partido Popular la
sentenció anoche el Congreso de los Diputados, que con los votos de todos los
partidos menos los del que la patrocinó, quedó congelada en espera de la que la
sustituyan.
Siete leyes
reguladoras del servicio público que es la educación se han sucedido desde la
primera en 1980, y todas apadrinadas por el Partido Socialista, que hasta
derogó antes de que entrara en vigor la impulsada por el Partido Popular de
José María Aznar.
Como único impulsor de todas las leyes
educativas de España, al Partido Socialista hay que reconocerle el mérito o
reprocharle el fracaso del servicio público que es la Educación.
Sería lógico,
por lo menos para enjuiciar su solvencia o su inepcia, juzgarlo a la luz
independiente de árbitros neutrales, por ejemplo a organizaciones educativas no
españolas.
Se llega asi a
la conclusión de que los baremos de los organismos internacionales coinciden en
que todos los paises europeos, salvo Portugal, preceden a España en las listas
de los mejores sistemas de enseñanza.
¿Por qué,
entonces, el Partido Socialista hizo una vez más causa de honor la derogación
de la única ley educativa no patrocinada por ellos?
¿Es del Partido
Socialista toda la culpa del evidente fracaso escolar en España?
No toda.
¿Qué esperan de
los planes de enseñanza los alumnos y los padres de alumnos?
Deberían exigir
el gradual aprendizaje para que con aplicación y constancia, el alumno se
habitúe a alcanzar metas que se fije cuando, en el ejercicio de su profesión,
tenga que competir con los que les disputen el éxito.
Y, sin embargo
solo aspiran a poder presentar la acreditación oficial de que superó las
pruebas académicas que les exija el contratador para ocupar un puesto de
trabajo.
Los alumnos y
sus padres quieren ante todo aprobar, y que sus hijos aprueben el curso que les
exigirán para encontrar empleo.
(Los padres, o
muchos de los padres, esperan de la enseñanza que tenga ocupados a sus hijos
durante las horas en las que ellos estén trabajando).
¿Son solamente
los alumnos y los padres de los alumnos los responsables de un sistema de
enseñanza fracasado?
No.
Los
trabajadores de servicios públicos, como el de la enseñanza o la atención
médica, están afiliados a, o simpatizan con, el Partido Socialista y sus
sindicatos afines.
Lo demuestra la
participación masiva de empleados de esos servicios a manifestaciones contra
planes educativos o de asistencia sanitaria y hospitalaria.
¿Protestan
porque enfermos y alumnos son mal atendidos, o porque la atención a enfermos y
alumnos les exigiría un esfuerzo que perjudicaría su bienestar?
El bien de los
alumnos y enfermos, que debería tener prioridad en la preocupación de
profesores y maestros, se ha subvertido.
Los alumnos y
los enfermos son, al fin y al cabo, el pretexto para que los que trabajan en
esos sectores tengan una vida lo más plácida posible.
Por eso, si la
exigencia de calidad se opone al deseo de comodidad, se sacrifica la calidad a
la comodidad.
Al fin y al
cabo, manda el Partido que consiga mayor número de votos, no el respaldado por
los más votantes más sensatos.