Los polítícos profesionales, que
como su nombre indica son los han hecho de la política la ocupación que les
garantice el jamón de bellota para acompañar su Moet Chandon de cada día, lo mismo entienden
de capar grillos que de hacer trasplantes cardíacos.
Ahí tienen, como ejemplo
ilustrativo, a Jorge Fernandez Díaz que, cuando dejó de rebuscárselas como el
ministro del Interior, y rechazado como presidente de la comisión de asuntos
exteriores de la cámara, va a encontrar pesebre amigo en la Comisión de Peticiones.
¿Sirve para algo el que sirve para
todo o, en ésta sociedad especializada el que sirve para todo no sirve para
nada?
¿Es un político profesional como
el jabón milagroso que borra todas las manchas, tanto las de vino como las de
grasa?
¿O es que el verdadero, el genuino
, el auténtico político profesional es el subordinado eventual que lo mismo le
echa una mano a su señorito para resolverle la negativa de una gachí escrupulosa,
que para confirmarle que fue un tal
Fleming el que inventó la penicilina?
Había en tiempos pretéritos, que
se llaman así porque eran anteriores a ésta democracia sin la que la vida es un
imposible categórico, la muy noble y sacrificada profesión de agradador, parásitos
interesados de los señoritos, de cuyas sobras engordaban.
¿Qué es un politico subordinado
como Fernandez Diaz y los fernandezdiaz de todos los partidos políticos que
viven de reirle las gracias y de ejecutar lo que sus señoritos les manden, sino
agradadores que engordan de las sobras de sus jefes políticos?
Para que luego vayan por ahí
diciendo los ingenuos interesados que esto de la democracia es la improsulta
(el non plus ultra) o la guinda que remata y adorna el cucurucho del helado.