domingo, 20 de noviembre de 2016

ANIVERSARIO




Esto de los aniversarios, como el de la muerte del Caudillo de la que hoy se cumplen nada menos que 41 años,  deberían de suprimirlo.
Y no porque a los que vivimos su muerte nos de por comparar el entonces con el ahora y descubramos que, informática más o menos, aquí seguimos tan descontentos ahora como entonces.
Y, subjetivamente, peor.
Y no porque esta famosa democracia que ahora nos tiraniza no haya sido lo que los que entonces la desconocían ahora la conozcan demasiado bien, ni porque aquellas ambiciones cortesanas hayan evolucionado a descontento generalizado.
Simplemente, porque con cuarenta y un años más, el gris que antes te parecía blanquecino ahora descubres que es casi negro.
Es esa una manera egoista y antidemocrática de enjuiciar la vida que gira en torno de uno, pero uno no puede evitar ser como es y no como los otros quieren interesadamente que seas.
Y ¿cómo va a pensar uno de otra manera si eso de que somos todos iguales le parece una engañifa para olvidar el descontento propio y consolarse con el bienestar ajeno?
¿Cómo puede un viejo egoista maleducado en la creencia de que el mundo gira a su alrededor reducirse a la nimiedad de los protones y neutrones, meros comparsas del núcleo atómico?
Así que, resumiendo, eso de dictaduras o democracias, del estado como herramienta de la sociedad y de la sociedad de individuos como soporte del Estado es una filfa, un engañabobos.
El hombre es un ente autónomo, que se relaciona con otros entes autònomos humanos en proporción directa con la sangre que comparta con los de su casta.

Y lo demás son aullidos de lobo en noche de plenilunio.