lunes, 21 de noviembre de 2016

DE GUINDOS Y MONTORO

Hay que ver lo poco que dura la alegría en la casa del pobre y lo fatalmente cierto eso de que, si uno no quiere y el otro sí, los dos se pelean.
Ahí tienen como ejemplo ilustrativo de la amarga verdad que los refranes sentencian el caso de De Guindos y Montoro, o de Montoro y de De Guindos.
Demuestra el de los dos altos funcionarios de categoría jerárquica similar lo falsa que es que esa máxima de que todos somos iguales, punto de apoyo con el  que la palanca democrática pretende mover el mundo de los dineros españoles.
Por culpa de que uno de ellos no pueda mandar al otro, de manera que uno ordene y el otro ejecute las órdenes, ya está el recién estrenado gabinete español  paralizado.
Y es que el mundo es como es y no como quisiéramos que fuera. Cada individuo o individua cumple su función,  como el viento que al soplar obliga a la rama del árbol a cimbrearse en la misma dirección, y no en la opuesta a la del viento.
Muy listo será Rajoy pero, a los que somos más listos que  Rajoy no nos lo parece: le hubiera bastado con llamar a Montoro y a De Guindos a capítulo antes de entregarle a cada uno de ellos su cartera y decirles:  “Tú decides lo que hay que hacer y tú te encargas de que tus subordinados lo hagan”
Como en toda la vida de Dios ha pasado, por mucho que se nos haya engañado con eso de que “la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero”.
Agamenón sabría mucho de comprar los lechones al precio más conveniente y venderlos cebados cuando las demandas del mercado más alto hubieran elevado su precio de venta y el porquero sabría a qué hora dejarlos encenagarse en el charco y cuando era el momento de llevarlos a que se comieran las bellotas debajo de las encinas.
Porque si el porquero se hubiera encargado de la compraventa y Agamenón decidiera en qué sitio de la Dehesa deberían comer y donde sestear, posiblemente los hubiera llevado al charco a la hora de comer y a la dehesa a la hora de sestear.

Como parece que le pasa al gobierno de Rajoy.