miércoles, 30 de noviembre de 2016

CUBA, LIBRE DE ELECCIONES

Uno, que en los ya olvidados tiempos de su juventud protohistórica estaba convencido de que la sabiduría sería el contrapeso compensatorio del vigor perdido, estaba equivocado.
Me he dado cuenta al constatar que no entiendo, por muy viejo que ya sea, por qué si todos los hombres somos iguales como dicen, lo que para unos es recomendable no lo es para otros.
Un suponer: las elecciones.
Hablo de los podemitas, esos vándalos que llegados del cielo o del infierno cayeron como langostas sobre la Puerta del Sol y que se empecinan en que los desajustes de España se arreglan a votazo limpio.
Si la democracia instrumentalizada por las elecciones es la solución para España, ¿por qué no recetan el mismo tratamiento a países en los que falta tanta comida como en España sobra, y de donde solo se pueden escapar los descontentos jugándose la vida?
Las orejas de éste viejo, que mientras más viejo es menos sabio, no captan por qué, si  todos somos iguales, lo que para los españoles es bueno para los cubanos no lo es.
¿Será que lo de las elecciones es bueno hasta que se ganen las primeras y sería una tontería exponerse a perder las segundas?
¿Por qué los podemitas y demás rojos pierden la afición a convocar elecciones en las que participen libremente los ciudadanos, inmediatamente después de haberlas ganado?
Los cubanos del difunto Fidel Castro son un ejemplo que sin duda los de Podemos quisieran imitar.
Se auparon al poder a tiros y a tiros lo mantienen  57 años después, y sin necesidad de elecciones.

O gracias a que no han permitido, ni permiten, que se celebren elecciones.