Leí el otro día
que a ese paradigma (quiere decir ejemplo, pero paradigma suena más fino) de
niños, jóvenes y viejos, lúbrico objeto del deseo de señoras, señoritas y
señoronas, un colega seguramente envidioso le preguntó si era de la cáscara
amarga.
“Maricón, pero
con mucho dinero”, parece que le replicó el mocito.
Que era rico lo
sabíamos sin necesidad de que lo dijera y, lo otro, ni nos va ni nos viene
porque ya no anda uno en edad de que ningún chiflado pretenda seducirlo.
Pero Ronaldo
mintió al ufanarse de que tenía mucho dinero porque a un ciudadano al que acusan
de haber quitado de en medio 150 millones de euros para que el fisco no se
enterara de que los había ingresado no es solo rico, sino el nuevo Monomotape
de Zinbabue, que en el siglo XV era el amo de todo el oro que posteriormente
circulaba por el mundo.
Ya que se ha
sabido esa peculiaridad de Ronaldo, ¿dejará de ser el metegoles del Real Madrid
la gloria de Medina, la flor de Olmedo, el envidiado por todos los varones y
deseado por todas las hembras?
Al contrario
porque, en justicia, habría que suponer que, si le han descubierto esos 150
millones hasta ahora ocultos, serán
muchos más los que todavía no le han encontrado.
A ningún recovero
se le ocurriría llevar todos los huevos en el mismo cesto.
Cristiano Ronaldo,
150 millones más pobre que ayer, sigue siendo seguramente más rico que los que
pagan una entrada por ir a verlo.
(Hay que tener
en cuenta que los que vayan a ver jugar a Ronaldo y tengan más dineros que el
metegoles portugués, no pagan entrada porque lo ven jugar como invitados en el
palco presidencial del estadio).-