jueves, 15 de diciembre de 2016

¿IGUALES O DISTINTOS?

Hay tantas pruebas tangibles de que no todos los hombres somos iguales que solo la enajenación de los que eso afirman explica tal dislate.
Por ejemplo: si los japoneses fueran iguales que los españoles, los partidos de fútbol se jugarían por la tarde, y no a mediodía como veo con asombro que está jugando el Real Madrid en Japón.
Siempre habrá algún  listo que explique que eso se debe a que, como la tierra es redonda, amanece en Japón unas pocas de horas antes que en España.
¿Y por qué el que hizo la tierra en la que vivimos, que sabía más que todos los que vivimos en la tierra, la hizo redonda y no plana?
Evidentemente, para propiciar que la diferencia entre unos y otros sea la característica distintiva del ser humano, de lo que se deriva que a los japoneses les guste el sushi y a los españoles las papas fritas con huevo.
Ainda mais, que decimos los portugueses cuando queremos decir además: he visto esta misma mañana unas fotos en la prensa que muestran cómo Pablo Iglesias y su achichincle de Podemos  Errejón se morrean en la boca.
Y todos estamos hartos de ver en las películas del mundo entero que el protagonista y la protagonista se besan así, mientras que mujeres y hombres, o hombres y mujeres, se saludan estrechando castamente sus manos.
(O Errejón e Iglesias son distintos del resto de las personas humanas de todo el mundo, o alguno de los dos tiene apariencia distinta de la del sexo que aparenta).
¿Y entonces, qué?

Pues eso, que cuando alguien intente convencernos de que todos somos iguales, le repliquemos: “anda, anda…”