domingo, 26 de febrero de 2017

ESTIBADORES

¿Quién me iba a decir a mí, un anciano de 73 años que nació a 200 kilómetros del mar y que no lo vio hasta que lo llevaron en una Lambretta a la Playa de Valdelagrana del Puerto de Santa María, que se iba a permitir dar doctrina sobre los estibadores, esos faeneros que cargan y descargan barcos?
Válgame de excusa, si lo hago, que los Diputados a Cortes no han dado nunca un palo al agua y legislan sobre el negocio de la estiba, aunque nunca han cargado por sí mismos ni la carpeta en la que almacenan documentación que nunca han leído sobre asuntos de estado que nada les importan.
Por lo que se lee y se oye, el problema de solución más acuciosa de los muchos problemas que se ciernen sobre el turbulento cielo de España es, estos días, el de los estibadores.
¿Porque las mercancías que tienen que descargar se pudren en las bodegas de los barcos?
¿Porque las que tienen que cargar se pudren en los muelles y no llegan nunca a su destinatario?
Peor.
Porque el sistema de contratación de las empresas que se dedican a la carga y descarga de mercancías transportadas  no es democrático.
Y es preferible que se pudran esas mercancías antes de que lo sigan haciendo los estibadores de manera no democrática.
Y es que, como Mendez Nuñez dijo aquello de que “más quiere España honra sin barcos que barcos sin honra”, a otro insensato similar se le ha ocurrido que “más quiere España que sus mercancías se pudran sin llegar al destinatario, que hacerlas llegar violando la democracia”.
Una España útil para la democracia y no una democracia útil para España.


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