Ahora que
estamos a punto de que vuelva a reír la primavera, dejemos que la imaginación
vuele como un bando de alondras mañaneras.
Imaginemos que
publica la prensa:
“Representantes
de Mercadona y El Dia organizan en común una campaña publicitaria para incrementar
las compras en los supermercados”.
Evidentemente
eso es imposible porque lo que a cada una de las dos empresas les interesaría
sería aumentar sus propias ventas, preferiblemente robando clientes a su
competidor.
¿Por qué,
entonces, las dos principales empresas españolas dedicadas a vender protección
sindical a los obreros se manifestaron juntas en Madrid?
Hay algunas
razones que lo podrían justificar:
a) Que la
actividad sindical en España, país que supuestamente establece como norma la
libre empresa y la libre competencia, no se aplica esa doctrina.
b) Que hace
falta una legislación anticártel para proteger al consumidor contra los abusos
de compañías que monopolicen el suministro de bienes y servicios, para que el
cliente tenga que comprar lo que al vendedor le interese y al precio que fije.
c) Que si el
trabajador no es el destinatario principal de la actividad sindical, sería
oportuno saber de qué cliente esperan conseguir los sindicatos lo que en la
manifestación reclamaban.
El Capo de
Comisiones Obreras, Fernandez Toxo, dio una pista en su discurso: “exigir al
gobierno que cumpla” lo que los manifestantes pedían”.
Lógico porque
la empresa que en España tiene en nómina de forma directa al mayor número de
empleados es el gobierno.
Aunque debería observar
una neutralidad absoluta en la libre competencia entre empresas que no formen
parte de la Administración Pública, reparte subvenciones, exenciones y
concesiones a todas las demás empresas, nominalmente en manos privadas.
Pero si el
gobierno abandona la neutralidad que garantice su imparcialidad en conflictos
entre discrepantes, deja de ser gobierno de todos para ser gobierno contra una
parte de los gobernados.
Más o menos, lo
que es ahora.
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