domingo, 7 de mayo de 2017

LA MASA ENCEFALICA



Indalecio Prieto, el orondo líder socialista que acabó administrando el tesoro que los Ali Babá republicanos se llevaron de España a México en el yate “Vita”, era hombre ingenioso.
En el hemiciclo del congreso le dijo a un compañero de bancada señalando a José Ortega y Gasset que se les acercaba: “aquí llega la masa encefálica”.
Y es que el filósofo tenía bien ganada fama de ser más listo que Lepe.
Pero unos tienen la fama y otros cardan la lana porque hasta Ortega se equivocó cuando, en los debates para la elaboración de la Constitución Republicana, allá por diciembre de 1931, se opuso a que solo a las regiones autónomas que lo exigían (Vascongadas, Cataluña y Galicia), se les concedieran estatutos de autonomía.
Sostenía Ortega que el gobierno central se vería acosado por las demandas de las tres regiones y que, si a todas las que lo solicitaran lo consiguieran, las rivalidades entre ellas servirían de contrapesa a la eventual coincidencia de Galicia, Vascongadas y Cataluña para forzar al Gobierno.
Tarde porque, hasta 1978, los nuevos constituyentes no hicieron caso a la sugerencia de Ortega.
Y gracias a eso, o por culpa de eso, los españoles estamos como estamos 40 años después de aquella transición que tan bien ganada fama tuvo de cómo se puede cambiar un  régimen malo por otro peor.
 Y es que al gobierno central le llueven guantazos no de tres, sino de 17 comunidades autónomas, en competición permanente por sacar más que las demás del pozo sin fondo que son los presupuestos generales.
Porque a Ortega, por muy filósofo que fuera, se le pasó por alto que tres problemas son más fáciles de resolver que diecisiete.

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