viernes, 30 de junio de 2017

LOS GATOS



Como reputada humanista que lo es, todo lo que inquiete  al ser humano, y sobre todo si es de Madrid, preocupa a la alcaldesa Manuela Carmena.
Llevaba un temporada cariacontecida y meditabunda, y los madrileños que hacen suyos los sentimientos de Carmena, se preguntaban angustiados: “¿Qué le pasa a Carmena, qué tendrá la alcaldesa”?
Y por fin se ha desvelado el misterio.
A la alcaldesa la tiene sin vivir en ella la anómala situación de los gatos porque, aparte de que los habitantes de Madrid se llamen a sí mismos gatos, nada de los que les preocupe  a sus alcaldados le es indiferente a la alcaldesa Carmena.
Hoy, por fin, ha quedado aclarado que viajar en primera y no en turista le permitió a la alcaldesa  desmenuzar los intrincados vericuetos necesarios para poner remedio a una situación acuciante: la de los gatos de Madrid.
Como casi todos los no madrileños saben y todos los madrileños se enorgullecen de proclama, los habitantes de Madrid se llaman a si mismos “gatos”.
¿Y qué les ocurre a los gatos de hoy que no los ocurría a los de ayer?
Pues que, por culpa de los inventos modernos como los frigoríficos y los envases de plástico, los gatos han dejado de ser el complemento indispensable en los hogares para impedir a los ratones que robaran a los hombres la comida.
Desplazados de su valiosa aportación al bienestar del hombre, los gatos de Madrid han evolucionado de auxiliar humano a estorbo para el hombre.
Innecesarios en los hogares, se agrupan y concentran en solares apartados y en callejones no transitados.
Como dejaron de ser útiles, estorban a medida que el crece el número de gatos sin oficio ni beneficio para el hombre.
En su viaje transatlántico. Carmena decidió la solución:
Se destinarán, y así lo ha hecho ya, 870.000 euros para solucionar el conflicto.
Una gata preñada pare, por término medio, siete u ocho gatitos. Así que parte de ese dinero se destinara a anticonceptivos gatunos para que reducido el numero de gatos, el problema aminore.
Por supuesto, se descarta estimular el número de perros, antiguamente los principales enemigos de los gatos porque, con tanta peluquería y tantas boutiques de ropas para perro, se han amariconado.
¿Y con parte de esos 870.000 euros, no se podrian construir un par de hornos crematorios, como los nazis hicieron para librarse los judios a los que llegaron a considerar tan molestos para los arios como los gatos lo son apara los madrileños?
No. Porque se podría caer en la tentación de hacer lo mismo que con los gatos con los que incomodan a los amigos de Carmena, aunque sean tan molestos a los de la raza podemita como los gatos lo son ya para los madrileños.

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