sábado, 29 de julio de 2017

CHISGARABÍES



Todos los humanos deberíamos acorazar nuestro objetivo vital, que es trasmitir la vida a los que nos sucedan, con la táctica flexible para vencer los obstáculos puntuales.
¿Y qué le ocurre al que, por carecer de un claro objetivo para su vida, recurre a tácticas oportunistas y a veces contradictorias con el propósito final?
Que descubre que su vida carece de objetivo o que pretende alcanzarlo mediante tácticas muchas veces enfrentadas entre ellas.
Por eso, inmediatamente después de afirmar que algo es cierto sostiene con el mayor descaro que es falso.
En todos los pueblos y ciudades del mundo hay gente así.
Pero en Andalucía, cuya capital es Sevilla, abundan tanto que hasta se les ha dado un nombre para identificarlos: chisgarabís
Aquellos legendarios señoritos andaluces, que seducían con promesas de amor eterno a las criadas para abandonarlas inmediatamente después junto al fruto de su engaño, eran todos chisgarabíes.
Los señoritos terratenientes ya no suelen vivir en Sevilla, pero su herencia perdura en los horteras sin bagaje académico ni patrimonial, que tasan su triunfo en el número de mujeres e hijos abandonados.
Raza esta de los andaluces que, con muy puntuales excepciones, ponen como objetivo de su vida  parecer lo que no son y quitarse de en medio en cuanto una obligación los amenace.
Cambian lo esencial por lo superfluo y por eso, en el fondo, habría que compadecerlos. Toda una vida aparentando que son lo que no son, sabiendo que solo son lo que aborrecen ser.

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