La gente
actúa si es consecuente con la respuesta afirmativa a dos preguntas rituales:
a) ¿pudo
hacerlo?
b) ¿quiso
hacerlo?
“Pues Dios lo
hizo” fue la conclusión a la que llegaron los sabios para proclamar dogma la
Inmaculada Concepción.
Mariano
Rajoy, que desde luego no es Dios, tiene casi sus mismas atribuciones para
hacer y deshacer en España.
¿Pudo Rajoy
atajar la ya aparentemente inevitable secesión de Cataluña?
¿Quiso
hacerlo?
Desde luego
que no porque, si hubiera querido, habría recuperado para el Estado las
funciones que el Estado Español delegó en La Comunidad Autónoma Catalana.
Y, como
conviene personalizar en un individuo las contrariedades que el conjunta
sufra, Rajoy debería ser penitenciado
para indultar al conjunto del pueblo español.
Entonces,
¿los españoles no catalanes son inocentes de lo de Cataluña?
De eso
concretamente son inocentes, pero de la
culpabilidad por haber festejado a la democracia como los israelitas al becerro
de oro, no hay quien los absuelva,
¿No es una
insensatez que el ciudadano que no es capaz de solucionar sus problemas
personales se comprometa a resolver los ajenos?
Pues eso es
la democracia española.
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