Si no convirtió
en leyes el programa político que la Falange Española nunca definió ni aplicó,
sigue más vigente que nunca la pose que recomendaba: mantener “impasible el
ademán”.
Es el
acorazamiento interior contra la agresión exterior.
Es así como el
gobierno y la gente de España ha no reaccionado al referendum de Cataluña y a
su resultado favorable a la independencia de esa región española, que los no españoles por su carácter extraño
(su ademán lo adecuan a las realidades cambiantes) han demostrado en el sonado referendum
independentista.
¿Y el
individualismo español?
Otra falacia.
El gobierno, al
que se le otorgó la facultad de resolver los problemas generales, necesita que
sus adversarios políticos se pringuen para que, si fracasara la suspensión de
los privilegios que el Estado otorgó alegremente a la autonomía de Cataluña, su
oposición política comparta culpas.
En éste barco
siempre a la deriva que es España, cada palo aguanta su propia vela por lo que
si el viento sopla de costado, cada trapo puede y tiene que virar como le
convenga, aunque todo el buque se hunda.
Barco sin
capitán esta España desde hace ya demasiados años.
Tantos que, si
pronto alguno de sus tripulantes no se pone ya
en la bocamananga los galones de comandante, el barco se hundirá en las
profundidades abisales, cementerio de barcos que navegaron y dejaron de
navegar.
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