“El Parlament
proclamará el jueves la independencia de Cataluña” anuncia hoy el “Diario
Público”.
Si fuera
cierto, y no hay razones para dudar de que no lo sea, la fragmentación de
España que se está gestando desde 1978 habrá llegado a su fin.
Como el de cualquier
estado independiente, el gobierno del Estado Catalán consideraría invasoras a
todas las fuerzas armadas y policiales del territorio que no acaten su
soberanía.
Y el Estado
Español estaría legal y moralmente facultado para repeler la agresión con todas
sus fuerzas disponibles.
Como en todos
los conflictos de la historia de la humanidad, serán las armas de los
contendientes las que resuelvan la disputa.
Si así tuviera
que ser, y si a los catalanes independentista se les fuerza a aceptar la
integración en España que no admiten, el problema de Cataluña se habrá resuelto
o mitigado.
Pero, a menos
que se aproveche la ocasión que Cataluña brinda con su insurrección, el peligro
de que España se fragmente continuará.
Las autonomías
implantadas en 1978 son el eje centrífugo en el que España se estructuró para
que cada comunidad autónoma se aparte progresivamente de España.
Si lo de
Cataluña debe utilizarse positivamente, el eje del estado deberías generar fuerza centrípeta, que atraiga a las regiones españolas en lugar de distanciarlas.
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