Puede que
Patria y Libertad sean sinónimos y que por la patria, como decía Cervantes de
la libertad, “se puede y se debe arriesgar la vida”.
Pero por muy
bonita que esa frase sea, convertirla en hecho es, como mínimo, una insensatez.
¿De qué le
aprovecha a la patria de un individuo que muera por defenderla?
Si acaso, le
convendría que matara al que amenace a su patria, esa palabra de significado
evanescente y de valor opuesto al que le da el patriota que mata por ella, o se
deja matar por su patria particular.
En ésta España
en la que en tiempos de Franco era la Patria el valor supremo, a la patria
total la reta una patria progresivamente reducida: primero regional y, después
comarcal, local, de barrio y domiciliaria.
Así que pasen
unos años, la patria será un concepto de dimensión individual. Cada ciudadano
será su propia patria y reclamará su derecho a defenderla contra las
intromisiones del vecino.
España, ese
vehículo con capacidad para que se desplacen por las autopistas del mundo todos
los españoles, será un atasco de monoplazas.
Al tiempo…
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